A veces, cuando me encuentro en silencio por la noche o cuando veo a alguien despedirse para siempre, no puedo evitar preguntarme: ¿qué sucede después? o ¿Qué hay más allá de todo esto?
La muerte es una palabra que a menudo evitamos, como si solo mencionarla la hiciera más real pero todos sabemos que algún día llegará, pero casi nadie tiene idea de qué viene después. ¿Se apaga todo como una luz que se extingue? ¿Seguimos existiendo de alguna manera? ¿Hay algo, o simplemente nada? Algunas personas creen en un cielo, un paraíso, un lugar donde el alma descansa. Otros creen en la reencarnación, en comenzar de nuevo en otro cuerpo, en otra vida. Algunos piensan que no hay nada yque simplemente dejamos de existir, como cuando un sueño llega a su fin. Y hay quienes no lo saben, pero prefieren no pensar demasiado en ello. Yo no tengo la respuesta y eso, a veces, me asusta. Pero también me hace apreciar más la vida. Porque si no sabemos qué hay después, entonces lo que tenemos ahora es aún más valioso. Quizás lo importante no sea saber qué pasará después de la muerte, sino preguntarnos: ¿cómo estoy viviendo hoy? ¿Estoy amando lo suficiente? ¿Estoy siendo la persona que quiero ser? Porque tal vez la verdadera eternidad no está en un “después”, sino en lo que dejamos aquí: en las huellas que marcamos en otros, en los recuerdos, en el amor que compartimos. Así que, aunque no tenga certeza sobre lo que vendrá, he decidido no vivir con miedo. He decidido que, mientras esté viva, quiero vivir con intensidad, con verdad, con alma. Porque quizás la mejor manera de prepararse para la muerte es vivir una vida que realmente haya valido la pena.
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